La ultraderecha europea

Después de las lecciones aprendidas tras la II Guerra Mundial, en Europa se impulsó la tolerancia, la diversidad y la cooperación entre los países. El antisemitismo y el racismo eran temas tabú. Sin embargo, en los últimos años los movimientos de extrema derecha han resurgido en el continente y han cambiado el discurso político. También en América a través del candidato republicano Donald Trump, fiel apoyo y ejemplo de estos partidos. Este resurgimiento es lo que el Presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Junker, ha calificado como “populismo galopante”.

La extrema derecha ha ganado adeptos en Austria, Alemania, Reino Unido, Suecia, Italia, Dinamarca, Hungría, Francia y los Países Bajos. Las razones por las que se ha producido este aumento derivan del descontento de los ciudadanos con los partidos principales tras la crisis del 2008 junto con la ola de refugiados que tratan de llegar a Europa y la amenaza del terrorismo.

Algo similar sucedió en el periodo de entreguerras; los partidos populistas de extrema derecha surgieron como respuesta a la situación de malestar creada, entre otras cosas, por la crisis del 29 que se prolongó durante los años treinta.

Programas políticos que hubieran provocado la indignación de la mayoría de la población atraen ahora a amplios sectores del electorado. Políticas que parecían improbables se han convertido en una realidad. La revista Times cita como ejemplos la ley aprobada por el Parlamento Danés según la cual se permite al gobierno confiscar objetos de valor de los refugiados para ayudar a la financiación de su estancia, o la prohibición del uso del burkini por las mujeres musulmanas en determinadas playas de Francia. Por no hablar del Brexit, el cual puede producir un efecto dominó en el resto de países, como ya lo reivindican los partidos de derecha de Francia y Holanda.

El discurso de estos partidos tiene como elemento común la aversión a Europa y las políticas de antiinmigración . Tal y como detalla Jordi Vaquer – director del think tank Open Society for Europe – se trata de partidos muy oportunistas, que se aprovechan de la situación de euroescepticismo e inmigración para implantar su discurso nacionalista. Tradicionalmente, los partidos populistas han tenido su foco de odio centrado en grupos minoritarios. Así fue, por ejemplo, en el periodo de entreguerras, cuando el discurso predominante era antisemitista – hoy en día, sin embargo, la diana parece ser la población musulmana.

Merece especial atención el hecho de que la población en Austria no parece alarmada ante la posibilidad de tener un gobierno presidido por un partido de extrema derecha. El Partido de la Libertad ha dejado de asociarse con esta ideología y la población lo ve como un partido que lucha por sus intereses, que evitará que pierdan aquello que aún les queda después de la crisis. Una de esas cosas es el empleo. Consideran a los refugiados y los inmigrantes una competencia innecesaria. No obstante, como demuestra un estudio del grupo de investigación británico Ipsos MORI , esta percepción no es real. Esta encuesta – titulada Perils of Perception y realizada en 33 países diferentes – muestra la equivocada idea que tienen las personas respecto a la población de sus propios países. Se demuestra cómo las personas tienden, en general, a sobreestimar el número de inmigrantes en su país. Por citar un ejemplo concreto, en Alemania creen que el 26% de su población es extranjera mientras que, en realidad, el porcentaje es significativamente menor: sólo un 12% de la población es foránea.

Entendiendo esto se hace evidente la fuerza que tiene la percepción (o la errónea percepción) en el resultado de las urnas, y cómo de relevante es el discurso de los partidos políticos para moldear esta percepción. De ello es consciente el Partido Liberal Austriaco (FPÖ), encabezado por el ultraderechista Norbert Hofer, que a través de su campaña de miedo consiguió el 49,7% de los votos en las pasadas elecciones de mayo, dejando fuera de la esfera política a los partidos que han dominado Austria durante décadas: los socialdemócratas y los conservadores.

¿Cómo es posible que partidos de extrema derecha hayan desplazado del centro político a los partidos tradicionales? La respuesta no parece sorprendente si comprendemos lo que el socialdemócrata austriaco Michael Häuptl sostiene: “es mucho más difícil eliminar el miedo que crearlo”. Los principales partidos no han sabido contrarrestar el discurso político de la ultraderecha; es más, tal es el poder de estos últimos, que muchos de los principales partidos han tenido que virar hacia la derecha para contestar a las exigencias del electorado, tal y como informa Times.

Mientras observamos este panorama europeo, en España y Portugal contenemos la respiración. Llama la atención, tal y como muestra este cuadro de The New York Times, que únicamente dos países europeos no tengan tintes de ultraderecha en sus instituciones. Dos países que, curiosamente, fueron los únicos que vivieron el fascismo una vez acabada la segunda Guerra Mundial.

Esto nos evidencia una gran lección: y es que, como Isaac Rosa detalla, “el extremismo que coge fuerza en Europa no es nostálgico, sino desmemoriado”. En otras palabras: los partidos extremistas no han aparecido como reminiscencia de lo que fue el antiguo partido nazi (de hecho, intentan que no se les identifique como tal), sino que se han sabido adaptar a este nuevo siglo, mostrando un “rostro moderno, amable y joven”. No es nostalgia, es olvido.

Jorge Santayana no pudo expersarlo mejor: “aquellos que no recuerdan su pasado están condenados a repetirlo”.

Ana Gadea y Silvia Prada

 

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Publicaciones de la redacción del observatorio.

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