Artículo publicado en www.atalayar.com

El asesinato del embajador ruso en Turquía es una noticia espantosa desde todos los puntos de vista, sobre todo por la tragedia que significa la muerte de un ser querido para cualquier familia. Podemos hacer una valoración sobre lo que vale la vida de un embajador ruso en Turquía o el de un norteamericano en Libia, el caso es que cuando se siembra la muerte y la destrucción, es muy posible que te salpique directamente. Ocurrió en Libia y ahora sucede en Turquía. Seguro que los responsables de este asesinato y los que lo han sufrido, conocen perfectamente a los autores y las causas que lo han motivado. No hay que ver películas de Hollywood para saber de dónde procede la mano que mece la cuna. Sobre todo, cuando se trata de imponer quién manda y quién marca las reglas de juego. Es cierto que en la situación actual de la geoestrategia internacional, las incertidumbres abonan aspectos insospechados que antes no tenían ninguna influencia en el tablero de las relaciones internacionales, sobre todo en lo que se refiere a la reedición de una Guerra Fría de insospechadas consecuencias.

El conflicto en Ucrania es el problema real de una Rusia que aspira a recuperar su papel de superpotencia y no puede consentir que la OTAN se acerque a sus fronteras, y una comunidad occidental que apostó erróneamente por un cambio de Gobierno en Kiev, para incrementar su influencia en el Este de Europa. La reacción del ‘oso ruso’ fue violenta con la adhesión de Crimea y con el conflicto abierto en otras regiones ucranianas prorusas que desestabilizaban toda la región. El pulso estaba echado y las sanciones de Estados Unidos y de la Unión Europea contra Putin, convertido en el nuevo Zar ruso, provocaron una reacción de muerte y destrucción en Siria como escenario donde Moscú demostró su determinación a utilizar todos sus recursos militares para hacer valer sus intereses, pero es vulnerable.

El problema del incremento de la tensión es que exige un escalón más cada día a la hora de conquistar el poder y no tener pudor a la hora de bombardear Alepo o cualquier otro lugar, y asesinar a centenares de civiles. El sufrimiento sirio es de tal magnitud que su respuesta ha sido mortal acabando con la vida del representante de Rusia en Turquía. Es un nuevo asesinato en medio de una violencia que solo genera más violencia inaceptable como las demás.

Javier Fernández Arribas